Vivir cerca de un volcán activo suena, para muchos, a una temeridad. Sin embargo, en distintas regiones del mundo hay comunidades que no solo habitan esos territorios desde hace siglos, sino que han construido alrededor del volcán una identidad cultural única, llena de rituales, mitos y costumbres poco conocidas. Si te preguntas por qué la gente decide quedarse, qué ceremonias realizan o cómo entienden el riesgo, este artículo te ayudará a descubrirlo.
A continuación exploramos prácticas culturales de pueblos que viven junto a algunos de los volcanes activos más emblemáticos del planeta. Verás cómo se entrelazan espiritualidad, necesidad económica y memoria histórica en tradiciones que siguen vivas hoy.
Por qué algunas comunidades eligen vivir junto a volcanes activos
Antes de conocer las costumbres, es útil entender las razones que sostienen esta convivencia con el peligro. La decisión de permanecer cerca de un volcán no suele ser casual, ni se basa solo en la fe: responde también a factores ecológicos, económicos y simbólicos.
Entre los motivos más frecuentes se encuentran:
- Suelo fértil: las cenizas volcánicas enriquecen la tierra, aumentando la productividad agrícola.
- Acceso a agua: la orografía volcánica favorece manantiales y acuíferos.
- Recursos naturales: piedras volcánicas, azufre, aguas termales y otros materiales de valor económico y ritual.
- Identidad y arraigo: el volcán suele convertirse en un eje espiritual y simbólico del territorio.
- Falta de alternativas: en muchos casos, las familias no disponen de recursos para trasladarse a zonas consideradas más seguras.
Sobre estas bases materiales se construyen las creencias y rituales que veremos en distintas regiones del mundo.
El volcán como deidad: rituales en Asia
En buena parte de Asia, los volcanes son considerados entidades sagradas o moradas de espíritus. Esta visión se traduce en ceremonias que buscan mantener la armonía entre humanos, naturaleza y fuerzas invisibles.
El monte Bromo (Indonesia): ofrendas al cráter
En la isla de Java, el monte Bromo es uno de los volcanes activos más famosos. Para el pueblo tenggerese, no es solo un accidente geográfico, sino una entidad espiritual con la que se establece un diálogo constante.
Una de las costumbres más llamativas es el ritual de Yadnya Kasada:
- Ofrendas al volcán: una vez al año, los pobladores suben hasta el borde del cráter para arrojar ofrendas que pueden incluir alimentos, flores, dinero, animales pequeños e incluso productos de sus cosechas.
- Petición de protección y prosperidad: las ofrendas buscan asegurar la fertilidad de la tierra, la salud de la comunidad y la protección frente a futuras erupciones.
- Mitos fundacionales: el ritual se relaciona con una leyenda sobre una pareja real que pactó con los espíritus del volcán a cambio de descendencia, compromiso que les obligaba a realizar sacrificios periódicos.
Durante Yadnya Kasada, la montaña se llena de luces, sonidos de mantras y el olor del incienso. La procesión nocturna refuerza la idea de que el volcán es un ser vivo que escucha y responde.
Monte Agung y otros volcanes de Bali: equilibrio cósmico
En Bali, el Gunung Agung, un volcán activo, es considerado el “ombligo” espiritual de la isla. La cosmología balinesa se organiza en torno a ejes sagrados, y el volcán representa la verticalidad que conecta el mundo humano con lo divino.
Algunas costumbres destacadas son:
- Templos orientados al volcán: muchos templos se construyen con su orientación principal hacia el monte Agung, simbolizando respeto y dependencia espiritual.
- Ceremonias de purificación: ante señales de actividad volcánica, se realizan rituales con ofrendas de flores, arroz y frutas para restablecer el equilibrio entre fuerzas benéficas y malignas.
- Fiestas de agradecimiento: tras periodos de calma, se celebran ceremonias para agradecer la fertilidad de los campos, entendida como un regalo del volcán y de las deidades que lo habitan.
En esta visión, el volcán no es solo un riesgo natural; es un polo de orden cósmico y un recordatorio permanente de la fragilidad humana.
Rituales de agradecimiento y respeto en América Latina
En distintos países latinoamericanos, los pueblos originarios y comunidades mestizas han desarrollado formas de relacionarse con volcanes activos a través de ofrendas, peregrinaciones y narraciones orales.
México: entre la devoción mariana y la memoria indígena
En México, volcanes como el Popocatépetl y el Volcán de Colima son protagonistas tanto de mitos prehispánicos como de expresiones religiosas contemporáneas.
Algunas costumbres poco conocidas incluyen:
- Procesiones para pedir lluvia y protección: comunidades rurales cercanas participan en caminatas hacia puntos elevados, portando imágenes religiosas, cruces y velas, para rezar por buenas cosechas y seguridad frente a la actividad volcánica.
- Ofrendas de maíz y flores: herencia indígena que se fusiona con prácticas católicas, donde se bendicen semillas y se depositan ofrendas en miradores naturales o pequeñas capillas situadas en laderas.
- Relatos de enamorados y guerreros: en la tradición oral, el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl son volcanes-personajes, un guerrero y una princesa, cuya historia trágica explica la forma de las montañas y su comportamiento.
Estas narraciones no son solo folclore: funcionan como marcos interpretativos. La gente no “ve” solo humo y ceniza, sino señales de un personaje con emociones, cuyo humor puede cambiar.
Andes centrales: pagos a la tierra y a los apus
En la región andina (Perú, Bolivia, norte de Chile y Argentina), muchos volcanes activos son considerados apus, es decir, espíritus protectores de las montañas. La cercanía a un volcán se vive como convivencia con una presencia poderosa, a veces benéfica, a veces temible.
Entre las costumbres más significativas están:
- Mesas de ofrendas: se elaboran “mesas” o “despachos” con hojas de coca, lanas de colores, dulces, granos y pequeños objetos simbólicos, que se ofrecen al volcán y a la Pachamama (Madre Tierra).
- Rituales de “pago” antes de proyectos: cuando se construye una casa, se inicia una siembra o se abre un camino cerca de un volcán, se realizan ceremonias para pedir permiso y evitar desgracias.
- Interpretación de fumarolas: los cambios en la actividad visible del volcán se leen como señales que requieren respuestas rituales: mayor número de ofrendas, rezos colectivos o fastos comunitarios.
En muchos pueblos, las personas ancianas son las encargadas de recordar los rituales exactos y orientar a la comunidad sobre cuándo y cómo realizarlos.
Europa: memoria, procesiones y promesas
Aunque suele asociarse Europa con una visión más científica de los volcanes, en regiones como el sur de Italia o las islas Canarias persisten costumbres de fuerte carga simbólica vinculadas a erupciones pasadas.
El Etna y el Vesubio (Italia): santos protectores y procesiones
En Sicilia y la región de Nápoles, el volcán convive con una intensa religiosidad popular. La actividad del Etna o el recuerdo del Vesubio se inscriben en un entramado de devociones a santos locales.
Algunas prácticas destacadas:
- Procesiones ex voto: tras una erupción o un periodo de alta actividad, los habitantes organizan procesiones para agradecer que sus pueblos hayan sido preservados o para pedir que la lava se desvíe.
- Promesas personales: individuos o familias realizan votos a un santo patrono, comprometiéndose a peregrinar cada año o a financiar elementos del culto si su casa o su cosecha se salvan.
- Rutas devocionales hacia miradores: en las faldas del Etna se han formado caminos que combinan turismo, ciencia y religiosidad; muchas personas los recorren encendiendo velas o dejando pequeños objetos a modo de gratitud.
De esta forma, el volcán deja de ser solo un fenómeno geológico y se integra en una red de relaciones espirituales que da sentido a la experiencia del peligro.
Islas Canarias: entre la tradición y la ciencia ciudadana
En las Canarias, donde varios volcanes permanecen activos, las comunidades han desarrollado costumbres que fusionan memoria histórica, fe y conocimiento empírico transmitido de generación en generación.
Entre estas costumbres se encuentran:
- Relatos transmitidos tras cada erupción: las erupciones se cuentan de abuelos a nietos, con detalles sobre señales previas (olores, vibraciones, cambios en el mar) que ayudan a la comunidad a reconocer posibles alertas.
- Fiestas patronales con referencia a “milagros” volcánicos: algunas celebraciones locales incluyen agradecimientos por desvíos de lava o protección de barrios concretos, considerados signos de intervención divina.
- Observación diaria del paisaje: muchos habitantes mantienen el hábito de mirar cada día la línea de montes, fumarolas o cambios de coloración, una especie de “monitoreo popular” que convive con la vigilancia científica.
Estas prácticas crean un vínculo íntimo entre la población y el territorio, donde el volcán es un vecino más, temido pero conocido.
Creencias comunes sobre la actividad volcánica
A pesar de la diversidad cultural, hay patrones que se repiten en la forma en que los pueblos entienden y explican el comportamiento de los volcanes.
- Volcán como ser sensible: se suele pensar que el volcán “se enoja” o “se calma” según el comportamiento humano, la falta de respeto o el abandono de las tradiciones.
- Necesidad de reciprocidad: muchas comunidades creen que, para recibir protección y fertilidad, deben mantener un intercambio constante de ofrendas, rituales y cuidado del entorno.
- Lectura simbólica de señales: explosiones, ruidos, cambios en el color del humo o de la lava se interpretan tanto científicamente (cuando hay acceso a información) como simbólicamente, buscando mensajes para la comunidad.
- Memoria de castigos y advertencias: las grandes erupciones del pasado se narran como respuestas a faltas morales, olvidos rituales o transgresiones, reforzando normas de comportamiento colectivo.
Estas creencias ayudan a las comunidades a gestionar emocionalmente la incertidumbre y a cohesionarse en torno a reglas compartidas.
Costumbres cotidianas para convivir con el riesgo
Más allá de los rituales llamativos, hay costumbres discretas, integradas en la vida diaria, que muestran cómo las comunidades se adaptan a vivir junto a volcanes activos.
Algunos ejemplos frecuentes son:
- Arquitectura adaptada: uso de materiales locales (piedra volcánica, techos ligeros) y construcción en determinadas orientaciones o niveles para mitigar daños por ceniza o lahares.
- Almacenamiento de agua y alimentos: muchas familias mantienen reservas adicionales por si la ceniza contamina ríos, tejados o cultivos a corto plazo.
- Rutas de evacuación memorizadas: aunque no siempre estén señalizadas oficialmente, las comunidades suelen conocer caminos alternativos hacia zonas altas o seguras.
- Uso ritual de recursos volcánicos: utilización de aguas termales con fines medicinales, recolección de azufre para ceremonias, y empleo de arena volcánica en prácticas simbólicas de limpieza o protección.
- Lenguaje específico: palabras y expresiones locales para hablar de diferentes tipos de humo, ceniza o ruidos del volcán, lo que permite una comunicación muy precisa en caso de cambio repentino.
Estas costumbres prácticas se entrelazan con las creencias religiosas y simbólicas, dando lugar a culturas de riesgo complejas, donde la supervivencia material y la espiritual se retroalimentan.
Vivir entre la ciencia y el mito
En las últimas décadas, muchas de estas comunidades se han visto expuestas a información científica sobre volcanes: sistemas de alerta temprana, mapas de riesgo, monitoreo satelital. Sin embargo, las costumbres y rituales no desaparecen, sino que se adaptan.
Es común encontrar situaciones como estas:
- Rituales tras recibir una alerta: cuando se emite una alerta técnica, algunos grupos complementan la preparación material con ceremonias para pedir que el volcán “se calme”.
- Guías locales como mediadores: personas que conocen tanto los relatos tradicionales como la información científica actúan como puentes entre autoridades y comunidad.
- Reinterpretación de erupciones: un mismo evento puede explicarse científicamente (presión de magma, fracturas) y narrarse como una respuesta del volcán a comportamientos humanos, sin que la gente sienta contradicción entre ambas visiones.
Esta convivencia entre ciencia y mito es una de las claves para entender la complejidad cultural de los pueblos que viven a la sombra de volcanes activos, donde cada erupción renueva tanto el miedo como la fe, la prudencia y el respeto por fuerzas que se perciben, al mismo tiempo, como naturales y sagradas.